Columnistas

LITERARTE. Momento de lectura y reflexión

Dos opciones

Nunca me gusta caminar sobre las alcantarillas que yacen en las veredas. Siento que si las piso caeré en un vacío oscuro del cual no saldré viva. Todo el tiempo veo gente que pasa sobre ellas sin dudarlo. Sin ni siquiera observar el piso y percibirlas. Caminan ignorándolas. Erguidos de valor, y siempre me pregunté si realmente es así o tratan de ocultar su temor. De todos modos, siempre admiré a esa gente.

Una mañana caminaba por una vereda estrecha en la calle Juncal. Una multitud de niños caminaba en frente mío, hacia mí. Una maestra delante y otra detrás. Todos tomados de la mano, en fila y cantando. Yo caminaba mirando el piso, cuando me vi frente a ellos y a la temida alcantarilla. Tenía dos opciones: esperar parada a que pasen los pequeños o seguir caminando como si nada sucediera. Miré hacia abajo. Tragué saliva. Respiré hondo. Inflé el pecho y comencé a caminar sobre la vereda enrejada. Así fue como, en el mismo momento en el que nos cruzábamos, vi como la fila de niños, con una maestra delante y la otra detrás, comenzaron a hundirse después de que el cemento se partió. Yo los miraba parada sobre las rejas.

Levanté uno por uno a los pequeños y seguí caminando.

Comprendí que el vacío no sería tan grande, ni la oscuridad tan intensa.

Nunca me gusta caminar sobre las alcantarillas que yacen en las veredas. Y hoy, no es la excepción.

Por Melisa Rodríguez.