Columnistas

Noción del buen vivir como perspectiva de vida de los pueblos indígenas

¿De qué hablamos cuando hablamos de desarrollo?

Los discursos acerca del desarrollo ubican a este concepto en el centro de la escena al momento del diseño e implementación de las políticas públicas que sustentan un modelo de producción y reproducción social hegemónica. Perdura desde hace décadas en los imaginarios modernos la idea de que “desarrollarse” implica crecer o evolucionar hacia una meta deseable o hacia un horizonte posible. ¿Desde dónde y hacia dónde? ¿Con qué criterios y a qué precio?

En América Latina, la legitimación de la cuestión del desarrollo se afianza a fines de la década del 1940 con el impulso de Estados Unidos, se impone un modelo de vida inspirado en los sectores medios y medios-altos norteamericanos. El modo de vida norteamericano comienza a instituirse con fuerza en las representaciones sociales no sólo como un  modelo de vida deseable, sino como el único. Así, “el sueño americano” se consolida aún en Estados con realidades estructurales diversas y empieza a traducirse en sus políticas públicas.

Hoy, más de 70 años después, aunque desgastado y cuestionado, este modelo sigue siendo inspiración de políticas públicas a nivel mundial. ¿Cuál o cuáles son los motivos de la vigencia de un paradigma que deja una gran cantidad de países en el llamado subdesarrollo y condena las posibilidades de caminos diversos, alternativos y propios de la cultura de cada pueblo? Escobar señala que “la fuerza del discurso histórico del desarrollo ya no radica en su capacidad de seducción, sino en los elementos objetivos y subjetivos a través de los cuales se ha convertido en una herramienta de control y dominación”.

Así, elementos como:

-El conocimiento (y la imposición de una forma universal de producirlo)

-El poder que regula su práctica.

-Las formas de subjetividad asignadas por ese poder (clasificación racial, clasificación de los países en desarrollados/subdesarrollados; primer mundo/tercer mundo; centro/periferia).

Siguen siendo aún componentes de estructuración de las relaciones ecónomas, políticas y sociales que rigen a escala global.

Los procesos de independencia jurídico-política de los países de América Latina han sido parciales, los países de la región aún conservan mecanismos coloniales que permanecen ocultos y que han implicado la subalternización de las prácticas y subjetividades de los pueblos dominados.

Cualquier manifestación o pensamiento sobre cómo ser/estar en el mundo que salga de los márgenes de la matriz de dominación ha sido sistemáticamente sometido, silenciado, negado o eliminado.

Sin embargo, a pesar de la persistencia de este imaginario que privilegia el crecimiento económico a cualquier precio, existen movimientos contra hegemónicos, muchas veces localmente fuertes que ponen en evidencia y denuncian las contradicciones y límites del sistema de dominación y resisten sus avatares. Numerosas experiencias de resistencia han sido protagonizadas por comunidades y organizaciones de Pueblos Indígenas, para denunciar el despojo, para exigir el reconocimiento de sus derechos y sobre todo la devolución de sus territorios que constituyen el sostén integral de la vida comunitaria.

El buen vivir como alternativa de vida.

El buen vivir, como concepto que incorpora la visión de los Pueblos Indígenas es la expresión del ideal de vida de los mismos, a la luz del rescate de patrones culturales ancestrales y su reelaboración simbólica.

Myrna Cunningham plantea “El BV está referido a la profunda espiritualidad que los pueblos continuamos manteniendo con la madre naturaleza, a las condiciones económicas a partir de sistemas e instituciones propias, que mueven la vida productiva y relaciones de intercambios económicos, a la identidad indígena, que ha sido el sustento de quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, a los mismos pueblos, la autoridades tradicionales, que cumplen su rol de servicio a pueblos, comunidades, así como las formas de relacionamiento con actores externos, incluyendo los Estados”.

La implicancia política del planteo está dada por su carácter contra hegemónico que enfrenta el modelo de dominación colonizadora, que a pesar que ha sufrido fuertes embestidas, goza de plan vitalidad. Al mismo tiempo la propuesta del buen vivir evidencia una pluralidad de sistemas económicos y formas organizativas.

Como alternativa existencial toma como punto de partida la decoloniedad del poder y proponen la generación de prácticas sociales que van contra la explotación de la existencia social que  los pueblos Indígenas han padecido a través de la racialización de su identidad, no solo es una propuesta indígena para indígenas, sino una invitación a otros grupos oprimidos y a la sociedad en su conjunto.

Es necesario advertir la facilidad con que ideas como la armonía ser-cosmos, equilibrio integral con la naturaleza, el equilibrio de los vínculos intracomunitarios, la reciprocidad entre los pueblos, pueden generar visones románticas, que a pesar de las buenas intenciones siguen invisivilizando el “carácter político del buen vivir”.

ROMINA RODRIGUEZ

Lic. en Servicio Social/Especialista en salud social y comunitaria.