Trabajo: cada vez más precario y escaso
“Trabajo de 12 a 12 y cobro menos de $600.000”, cuenta Gabriel, mientras maneja la grúa de una empresa tercerizada de una firma reconocida de seguros. Gabriel tiene 25 años y acaba de ser papá. Dice que llega muy cansado a su casa, pero no consigue algo mejor. No tiene un contrato formal: está a disposición las doce horas de trabajo, pero, si no salen viajes, no gana nada. Si se enferma, no cobra. Si tiene que cuidar a su hijo, tampoco (El Diario Ar).
Marcela tiene 42 años y es administrativa en una clínica privada de zona sur. Desde noviembre, su empleador le recortó los francos: ahora trabaja de lunes a sábados, con una hora menos de almuerzo. Y, si quiere mantener su puesto, tiene que cubrir también guardias los domingos, cada 15 días. “Me lo avisaron en una reunión. Nos dijeron que era por la crisis y que, si no aceptábamos, iban a tener que hacer ‘una reducción de personal’”, cuenta. La paritaria cerró por debajo de la inflación y, para compensar, Marcela empezó a trabajar por las tardes como secretaria en un consultorio odontológico (El Diario Ar).
Sol, de 23 años, trabajaba en una cadena de ropa en un shopping de Capital. La tomaron en enero, bajo período de prueba de seis meses. “A los cinco meses me dijeron que no me iban a renovar, que era por ventas bajas, pero ya estaban buscando a alguien más para el puesto”, cuenta.
En ese tiempo, Lucía no tuvo licencia por enfermedad ni vacaciones. “Me enfermé dos veces, pero, si faltaba, no me pagaban el día. Llegabas al mes cinco sabiendo que te echaban y no había indemnización”, dice. Hace poco consiguió otro empleo en otro local, nuevamente bajo período de prueba. “Ya sé cómo es: seis meses y afuera” (El Diario Ar).
Estos testimonios dan cuenta de que los trabajadores argentinos están viviendo jornadas extenuantes y, en condiciones precarias, sobreviven a fuerza de horas extra y pluriempleo en un contexto en el que el Gobierno avanza en la profundización de la flexibilización laboral, con la extensión del período de prueba, la creación de figuras como los “colaboradores”, el fondo de cese laboral, que busca suplantar las indemnizaciones, y la eliminación de sanciones a quienes no registren a sus empleados, entre otras medidas festejadas por el FMI.
Durante el año y medio del Gobierno de Milei, bajó ostensiblemente la cantidad de asalariados y aumentó la cantidad de no asalariados, particularmente monotributistas, lo cual implica una mayor precarización del mercado de trabajo.
Lo que se está consolidando es un modelo de empleo que profundiza las desigualdades y limita las oportunidades de los trabajadores. Queda demostrado que la flexibilización laboral no sirve para bajar la informalidad, sino que, por el contrario, puede incrementarla, empeorando la calidad del trabajo en todas sus formas.
La apertura indiscriminada de importaciones, la eliminación de aranceles, el precio artificial del dólar y la destrucción de los salarios, que afecta el poder adquisitivo de la población, son un combo explosivo para la destrucción de la industria nacional, especialmente de las pequeñas y medianas empresas, con el consecuente achicamiento de la oferta la laboral.
A todo este panorama nefasto para los trabajadores se le suma la destrucción arrolladora del empleo público, es decir empleados estatales que, motosierra mediante, están siendo despedidos indiscriminadamente.
Desde diciembre de 2023, se perdieron más de 200 mil empleos formales.
En la localidad de Arenaza, Partido de Lincoln, la empresa Arsa, que dejó a más de 200 trabajadores en la calle, es un ejemplo más “del clima de época que vivimos”. Empresarios que se desentienden de sus obligaciones y un Estado nacional ausente para los trabajadores, pero dispuesto a “terciar” en favor de las grandes patronales.
Nuestra solidaridad con los trabajadores de Arsa.
Por “Linqueños por los Derechos Humanos”.