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“Nosotros siempre tratamos de que los temas sean sorpresa”

DECLARACIONES. Con 46 años de trayectoria en la construcción de carrozas y minicarrozas, Aldo y Fernando Manzano son referentes indiscutidos del carnaval. Desde el invierno planifican y trabajan con dedicación para cautivar al público cada verano. Su historia es un testimonio de esfuerzo, creatividad y una pasión inquebrantable por esta fiesta popular.

Aldo y Fernando Manzano son sinónimos del carnaval. Con 46 años de trayectoria en la construcción de carrozas y minicarrozas, su historia está marcada por la pasión, el esfuerzo y una dedicación inquebrantable. Su legado en el corso es reconocido por generaciones que admiran su creatividad y su empeño en cada presentación.

Desde el invierno empiezan a trabajar para que, llegado el verano, el esfuerzo rinda sus frutos. “Nosotros empezamos muy temprano por el tema del trabajo nuestro en verano, que es la pintura. Tratamos de empezar en invierno y trabajamos durante todo el año, casi, para llegar a esta altura con casi todo terminado”, señalan. Este método les permite una semana previa más tranquila y lejos de las corridas de último momento. “Antes, por ahí, hacíamos eso, pero no, tratamos de hacer esto habitual, porque, lamentablemente, uno va al campo y llegamos cansados”, explican.

La tradición de la familia Manzano en el carnaval no es casual. “Desde muy chico, la pasión ya está. A mí, por lo menos, me disfrazaban para el corso infantil. Después vivimos al lado de ‘Los Autos Locos’ y de ahí nació la pasión”, cuenta Aldo. Este entorno, plagado de colores, música y alegría, ha sido el que ha encendido en ellos la chispa creativa que los mantiene activos durante casi medio siglo.

La elección de los motivos para sus creaciones es clave. “Nosotros siempre tratamos de que los temas sean sorpresa, de que causen sensación cuando los vean”, dicen. Su estilo se ha caracterizado por “motivos muy prolijos, muy coloridos, con mucho detalle”. Para ellos, “más que lo grandioso, es mucho el detalle lo que importa”.

Cada carroza es una obra de arte en sí misma, con minuciosos acabados y estructuras que buscan maravillar al público. La dedicación a estos detalles es lo que año tras año los ha posicionado como referentes del carnaval.

Sin embargo, el desafío económico es constante. “Como todos, a todos nos falta. Si vos te ponés a pensar, a todos nos falta. Si bajás un sueldo, te falta. Si vas a lo que quieras, a todos nos falta”, reflexionan sobre el valor de los premios.

Aun así, planifican con anticipación la compra de materiales, como el telgopor y las pinturas, asegurándose de contar con lo necesario para el próximo año.

“Cuando cobramos el premio, ya compramos el telgopor”, comentan. Este nivel de previsión es esencial para mantener la calidad de sus creaciones sin depender de los vaivenes económicos.

El trabajo en los galpones también es un tema relevante. “A nosotros no nos gusta trabajar y que haya otros carroceros al lado”, confiesan, manteniendo la tradición del “galpón cerrado” para reservar las sorpresas. No obstante, reconocen la necesidad de espacios comunes para quienes no cuentan con ellos. “Sería algo bueno para el que no tiene galpón y tiene que alquilar, porque, a su vez, si el pago por ahí le parece poco y por el gasto que tenés, y además tenés que alquilar un galpón, hoy no debe ser nada barato”, admiten. Esta falta de infraestructura accesible representa una barrera para muchos carroceros que desean participar, pero que se ven limitados por los costos.

El corso, para ellos, es mucho más que un evento; es un modo de vida. “La vida nuestra es salir a las 9:30 de la noche, llegar al carnaval cuando nos hacen pasar, llegar a mi casa y ya está… Ese fue el carnaval”, confiesan. Sin embargo, y más allá de la rutina y el esfuerzo, de lo que más disfrutan son la energía del corso, la respuesta del público y el reconocimiento a su trabajo. “Yo, por lo menos, no me siento de afuera del carnaval. Tengo que estar sí o sí adentro”, concluyen, con la pasión intacta de siempre.

Con casi cinco décadas de trayectoria, la familia Manzano sigue siendo un pilar fundamental en la historia de la fiesta popular de Lincoln. Su entrega y su amor por esta tradición han marcado generaciones, y continúan inspirando a quienes buscan hacer del corso un espectáculo inolvidable.