Columnistas

LITERARTE. Momento de lectura y reflexión

A mi madre

En la espera milagrosa del abrazo, suceden muchas cosas… Uno no sabe qué pasará,  de qué se hablará, cuánto tiempo llevará el encuentro, pero una cosa sí es cierta: el abrazo no solo contiene sino que disipa turbulencias. Todo el temblor, el nerviosismo o el dolor que un cuerpo pueda estar sufriendo, es amortiguado en el abrazo, en la unión de cuerpos, en la tibieza de las respiraciones que se acompasan y se serenan. En el abrazo, el temblor, se hace vibración y se elevan las dos almas.

Hay días en los que deseo tu abrazo de manera inminente. Las palabras necesarias o el silencio transformado en miradas o caricias.

Te siento más cerca,  las veces que piso tus pasos por esta casa, que miro lo que mirabas por esta misma ventana. A veces me imagino pensando lo que pensabas, diciendo lo  que dirías,  callando lo que callabas. 

Y cuando camino en silencio siento tu compañía, de palabras justas y mesuradas. 

Nos veo riendo y me sonrío. 

Deseo mucho esa mirada. 

Me conformo con el frío e imagino de vez en cuando que me abrazas. 

Yo estoy acá y vos no sé dónde, pero acá…en esta casa, en esta ventana.

En el viento.

En el agua.

Por Melisa Rodríguez.