León XIV: el nuevo papa y el significado detrás de su nombre
El recién elegido papa, Robert Prevost, ha adoptado el nombre de León XIV, en una clara referencia a uno de los pontífices más influyentes de la historia moderna de la Iglesia, León XIII, quien lideró el Vaticano entre 1878 y 1903.
La elección de este nombre no es casual. León XIII fue ampliamente reconocido por su compromiso con las problemáticas sociales de su tiempo, especialmente a través de su encíclica “Rerum novarum” (“Sobre las cosas nuevas”), un texto fundacional de la doctrina social de la Iglesia. En ella, el pontífice defendía los derechos de los trabajadores, condenaba las injusticias laborales y sostenía que el Estado debía intervenir para garantizar condiciones dignas de trabajo, higiene, seguridad y descanso. Además, abogaba por el fortalecimiento de la familia y la formación de asociaciones obreras guiadas por principios cristianos.
Con su decisión, León XIV parece querer retomar ese legado de sensibilidad social y compromiso con los sectores más vulnerables, en un contexto global signado por la desigualdad, la precarización laboral y el deterioro del tejido comunitario.
El cambio de nombre al asumir el papado es una tradición centenaria, aunque no siempre ha sido así. En los primeros siglos del cristianismo, los obispos de Roma solían conservar sus nombres de nacimiento. Había sido recién en el año 533, con la elección de Mercurio Di Proietto, cuando esta costumbre se había modificado. Al considerar inapropiado llevar el nombre de un dios pagano, había adoptado el de Juan II. A partir de entonces, la práctica de elegir un nuevo nombre -muchas veces como símbolo de misión o inspiración espiritual- se ha convertido en norma.
Esta elección suele comunicar una intención clara. Por ejemplo, en 2013, el argentino Jorge Mario Bergoglio se convirtió en Francisco, en honor a san Francisco de Asís, símbolo de humildad, austeridad y amor por los pobres. Según contaría más tarde, fue el cardenal brasileño Claudio Hummes quien le sugirió: “No te olvides de los pobres”.
Otro caso emblemático ha sido el de Juan Pablo I, quien en 1978 había unido por primera vez dos nombres, en homenaje a Juan XXIII y Pablo VI, los papas del Concilio Vaticano II. Su breve papado, de solo 33 días, había sido sucedido por el extenso gobierno de Juan Pablo II.
Ahora, con la llegada de León XIV, la Iglesia se enfrenta a una nueva etapa, con un pontífice que parece mirar al pasado para proyectar un mensaje de justicia y compromiso hacia el futuro.