La Unnoba entrevistó a la genetista e investigadora linqueña Ángela Barbero
HISTORIA DE VIDA. La Posta comparte la nota realizada por el medio “El Universitario”, perteneciente a la alta casa de estudios.

Licenciada en Genética de la Unnoba, doctora en Biología Molecular y Biotecnología de la Universidad Nacional de San Martín y becaria posdoctoral del Conicet en el Laboratorio de Inmunogenética de las Infecciones (CIBA-CITNOBA), Ángela Barbero (“Anyi”, para todos), además, es jefa de Trabajos Prácticos en Inmunología e Inmunogenética y en Inmunología Avanzada de la licenciatura en Genética de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires.
Fue, también, una de las primeras en haberse sumado a trabajar en el diagnóstico de coronavirus en el CIBA. Su respuesta revela su esencia: “Teníamos que aportar nuestro conocimiento y, con él, devolverle a la sociedad lo que nos ha permitido realizar. Es duro ver, desde adentro, cómo se expande el virus. No quisiera detectar ningún positivo. Son análisis de nuestros vecinos, de personas de nuestra región. No es un estudio cualquiera”.
Ángela es mamá de Margarita, quien nació cuando le dieron la beca doctoral. Así que Margarita realizó, junto con ella, todo el doctorado y forma parte de ese universo maravilloso de células, microorganismos y moléculas: “Me enteré de que estaba embarazada pocos días después de que me dieran la beca doctoral. Tuve los miedos lógicos de saber si iba a poder o no, porque el doctorado te lleva tiempo, horas. Pero tengo familia y amigos que hacen posible todo esto. Y Margarita ha venido conmigo a todos lados”.
Ahora, con 29 años, “parió” otros hijos: defendió su tesis doctoral en junio y publicó su primer paper. En mayo, el “Journal of Leukocyte Biology” (revista médica académica mensual revisada por pares, que cubre todos los aspectos de la inmunología) publicó la investigación “SLAMF1 signaling induces Mycobacterium tuberculosis uptakeleading to endolysosomal maturation in human macrophages” (“La señalización SLAMF1 induce la captación de Mycobacterium tuberculosis que conduce a la maduración endolisosómica en macrófagos humanos”). Y la ubican como primera autora. “Este paper tiene mucho trabajo detrás, porque viene desde mi tesis de licenciatura. Tuvimos que poner todo a punto. Es mi primer paper como autora y es el que queda en el recuerdo”, sostiene, con un dejo de modestia.
Fuera del COVID-19, la tuberculosis es la principal causa de muerte en el mundo por un agente infeccioso.
La tuberculosis sigue existiendo y ya no es únicamente una enfermedad atravesada por la pobreza. La falta de detección temprana y la discontinuidad en los tratamientos hacen de la tuberculosis un grave problema para la salud pública.
El paper publicado es el correlato de una de las líneas de investigación en el laboratorio dirigido por la doctora Virginia Pasquinelli, lugar en el que Ángela realizó su doctorado y continúa el “posdoc”. “Conocemos el agente desde hace cientos de años, lo estudiamos y lo seguimos evaluando. De hecho, el paper trata de esto. Disponemos de la vacuna BCG, pero ésta protege sólo sobre cierto tipo de tuberculosis infantil, y el adulto está más expuesto. Existen tratamientos que superan los seis meses y requieren combinación de drogas. Entre otras cosas, la población, al no estar acostumbrada a esta magnitud de tiempo, abandona las terapias, y así se generan cepas multirresistentes, difíciles de tratar y con alto grado de contagiosidad. Por eso es necesario encontrar tratamientos más cortos o más efectivos”, asegura la investigadora.
La investigación se enfoca en caracterizar la respuesta inmune y en detectar mecanismos que sean protectivos o permitan mejorar las respuestas propias generadas frente a la bacteria. Y parece que la clave para ello está en los “macrófagos”.
Con una gran capacidad didáctica y una pasión casi desenfrenada, Ángela explica: “Estamos estudiando los macrófagos, que son células del sistema inmune que tienen la capacidad de actuar muy rápido. En el caso de la tuberculosis, son las primeras células que se encuentran con la bacteria, una vez que ingresa al pulmón. Entonces, es muy importante que su actividad sea la adecuada. Mycobacterium tuberculosis desarrolló múltiples mecanismos de evasión para escaparse de los macrófagos y, así, evitar ser eliminada”.
La función más clásica de estas células es la de “fagocitar”, lo que significa, básicamente, comer. “Nos centramos en una molécula específica, que se llama SLAMF1, que se expresa en estas células, y vemos qué mecanismos están siendo modulados por SLAMF1 en esos macrófagos, enfocándonos, principalmente, en la función fagocítica”, manifiesta Barbero.
Con la mirada fina y puesta en el microscopio desde hace años, Barbero explica detalladamente la función de estas células. “Los macrófagos, a los que amo, son muy dúctiles. Pueden adquirir muchos perfiles y desarrollar muchas funciones. Pueden ‘comer’ un montón de cosas: desde microorganismos, células tumorales, células muertas o infectadas. En nuestro trabajo, nos abocamos particularmente a la fagocitosis del bacilo de la tuberculosis. Y pudimos ver que la molécula SLAMF1 puede reconocer a la bacteria y ayuda a internalizarla o introducirla dentro de la célula. Es necesario que esto suceda porque, dentro del macrófago, se van generando vesículas o bolsitas que retienen la bacteria y se llenan de muchas proteínas, enzimas, oxidantes, lo que baja mucho el pH, y finalmente se destruyen los patógenos. De esta manera ocurre la correcta eliminación de la bacteria. Vimos que SLAMF1 está implicada en estos procesos y que, posiblemente, podría ser un blanco terapéutico que podría mejorar las respuestas inmunes de los pacientes”, revela.
CORTO E INTENSO CAMINO. Oriunda de Lincoln, realizó sus estudios en tiempo y forma con un excelente promedio. Rápidamente se dio cuenta de que, en el marco de la genética, lo que más le gustaba era la salud humana.
“Conocí a Virginia (Pasquinelli) cursando Inmunología y entré en un mundo que me gusta, con un alcance infinito. El sistema inmune es nuestra arma de defensa. Y me terminé enamorando de los macrófagos, que son unas células que de verdad pueden adquirir muchas funciones. Verlos en el microscopio es realmente fascinante”, asegura.
En el medio de su doctorado y con su hija pequeña, perdió a su marido. No perdió el eje de reconocerse como mamá y científica. Resiliencia es la palabra, entre otras, para abarcar a esta joven científica argentina, dueña, además, de permanentes ideas y desafíos constantes, y, sobre todo, amante de la ciencia.
“No me veo haciendo otra cosa. Los becarios pasamos por muchas etapas en las que nos planteamos qué queremos hacer, pero yo me veo acá, donde estoy. Ahora vamos a empezar a estudiar un poco más la interrelación en distintas infecciones, dándole más vuelta al trabajo que venimos haciendo. Necesitamos potenciar los estudios que estamos realizando. Nuestra gente lo necesita”, expresa.
(Fuente: “El Universitario”. Escrito por Griselda Incerti).