Infancias después de la pandemia: un huella en juego
Hoy me interesa compartir una reflexión que nace de mi trabajo cotidiano con las infancias. El 20 de marzo de 2020 se declaró en nuestro país el aislamiento social preventivo y obligatorio. Durante más de un año, el mundo entero se vio atravesado por el virus COVID-19: escuelas cerradas, plazas vacías, infancias en pausa.
La experiencia de la pandemia fue distinta para cada persona, pero aún hoy somos testigos de sus efectos. Algunos se instalaron de forma tan natural, que ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Un ejemplo claro de esto se ve en el campo de la salud mental, donde muchos profesionales seguimos atendiendo de manera virtual.
Pero, ¿cuáles son los efectos subjetivos que dejó la pandemia en niños y niñas? La lista es larga, pero me gustaría detenerme en algo que, como analista y docente universitaria, veo cada vez con más frecuencia: el empobrecimiento de los recursos simbólicos.
Cada vez llegan más niños y niñas al consultorio con menos herramientas para afrontar situaciones escolares, sociales o emocionales. Sabemos que el juego es una herramienta clave en el trabajo con las infancias. Para los chicos, jugar es cosa seria; se trata de una forma seria y profunda de habitar el mundo. Jugar a ser bombero no es simplemente imitar a un bombero: es crear una realidad propia, con reglas, afectos y sentido.
Entonces, ¿qué pasa cuando ese juego se pierde? ¿Qué lugar le queda a la imaginación cuando las pantallas ocupan gran parte del tiempo y del deseo? No se trata de demonizar los videojuegos ni la tecnología. Se trata de pensar qué lugar les damos y cómo acompañamos a las infancias a seguir construyendo mundos posibles.
La pandemia nos dejó muchas preguntas abiertas, pero también nos recuerda una certeza: las infancias necesitan tiempo, mirada y juego. Recuperar el juego, la imaginación y la creatividad resulta una tarea fundamental para el trabajo con las infancias.
Por Florencia Hidalgo López.