Créditos UVA, una bomba de tiempo que nadie busca desactivar
SUEÑO DE LA CASA PROPIA. Como propuesta, es interesante en el corto plazo, no como funciona hoy, que es rehén de los vaivenes inflacionarios y otras variables económicas.
El sistema de créditos hipotecarios UVA, que nació hace poco menos de una década como una solución para el acceso a la vivienda, propuesto por el Gobierno de Mauricio Macri, se ha transformado en una pesadilla para miles de familias argentinas.
Lo que el por entonces Gobierno de Cambiemos presentó como una propuesta atractiva para llegar al hogar propio hoy se asemeja a una bomba de tiempo, cuya desactivación nadie parece estar dispuesto a encarar.
El mecanismo, regulado por el Banco Central de la República Argentina, se basa en la Unidad de Valor Adquisitivo (UVA), cuyo valor se actualiza diariamente según el Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER), un índice que refleja las variaciones del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
En otras palabras, la inflación se transfiere de manera directa y diaria al capital de la deuda, sumándose a un interés anual que ronda el 3,5%. El resultado es una cuota mensual que se compone de una porción del capital, un ajuste por inflación y los intereses, conformando un cóctel explosivo que ha vuelto impagable la deuda para una gran parte de los tomadores.
56 VECES MÁS. La imprevisibilidad es la clave del problema. Ni los legisladores ni el sistema financiero previeron remedios para un escenario de inflación descontrolada que, si bien hoy no existe, es un fenómeno recurrente en la historia económica argentina.
El caso de un préstamo de $2,6 millones tomado en 2017 es un claro ejemplo. Después de 78 cuotas pagadas, la deuda se multiplicó 56 veces y ya supera los $146 millones. Mientras la primera cuota se componía principalmente de capital e intereses, la cuota actual se destina en casi el 50% al ajuste por inflación y deja la amortización del capital en un porcentaje insignificante.
La deuda no solo es imposible de cancelar en el plazo original de 348 cuotas, sino que crece a un ritmo que supera la capacidad de pago de los deudores.
En Argentina, la inflación acumulada entre el 2018 y el 2024 excedió el 6.000%, convirtiendo un mecanismo diseñado para el largo plazo en una trampa financiera. Las decisiones de política macroeconómica han ejercido una presión adicional sobre los deudores, que se encuentran librados a su suerte, con intentos legislativos que han quedado en la nada y la Justicia como único recurso para ponerle un freno a la desmesurada suba de las cuotas.
La imperiosa necesidad de readecuar el sistema es evidente. Una posible alternativa sería establecer un límite al valor de la cuota, por ejemplo, que no exceda un porcentaje razonable de un indicador como el Salario Mínimo, Vital y Móvil. La diferencia entre este pago y el valor real de la cuota podría ser absorbida por el Estado o por el propio sistema financiero. Además, se debería revisar el valor de las deudas en relación con el valor real de los inmuebles hipotecados, ya que, en muchos casos, el monto actualizado de la deuda supera ampliamente el valor del bien. De lo contrario, este problema continuará creciendo y, sin una solución definitiva, el fantasma de las ejecuciones hipotecarias seguirá acechando a miles de familias que solo buscaban cumplir el sueño de la casa propia.