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Amor y sexualidad en los adultos mayores

COLUMNA. Una reflexión escrita por adultos mayores asistentes al taller de la memoria “Mente en Forma”. Coordinadora: Op. en Psicología Social, Rocío Buscaglia.

El amor es una emoción que involucra sentimientos de afecto, sensaciones de placer que se construyen a diario mediante el compañerismo, la educación, el cariño y el respeto, conservando el espacio de cada uno.

Amor es una inmensa palabra, y hay de varios tipos: amor al prójimo, a los padres, a los hijos, a los nietos, a los abuelos, a la naturaleza, a las mascotas, romántico. Todos son diferentes, pero igual de importantes. Creemos que ninguno de estos existiría sin el amor más grande, el amor a la vida.

El amor, en los adultos mayores, hombres y mujeres, es lo que guía nuestras vidas. Es el principal y potencial motor que nos ayuda a seguir cuando nos quedamos solos, ya que nuestros hijos emprenden su propio camino, al crecer.

El amor y la sexualidad siempre se encuentran latentes a cualquier edad. No tenemos que sentir vergüenza ni pensar en el qué dirán. Muchos consideran que, cuando un adulto mayor se queda solo, no puede o no debe volver a formar una pareja. Incluso, a veces nuestros hijos piensan de esa forma. No debe ser un tabú poder expresarnos ni querer estar con un alguien que nos acompañe. No sólo se piensa en el sexo, sino también en compartir momentos, charlas, risas, caminatas, llantos y miradas cómplices, como muchas otras cosas.

Nos hace sentir vivos. Muchas veces, la sexualidad en los adultos se inhibía por creencias socioculturales que se inculcaban en los hogares. Existía un total desconocimiento al respecto. Por suerte, esas creencias van desapareciendo y cambiando gracias a los estudios, los avances científicos y tecnológicos, la educación y nuevas culturas que van dejando paso a otra realidad.

Ser adulto mayor no es causal para no amar y disfrutar; el amor está en todas partes. En la sonrisa de un niño, en la luz del sol, en la lluvia, en una caricia, en un abrazo, en un beso, en poder contemplar el cielo junto con un ser amado, logrando reconocernos en los silencios y vivir la felicidad de poder compartir.

En la vejez, los pasos son lentos por nuestros años. Cargan a un niño, a un joven y a un adulto. En esta etapa nos encontramos con los recuerdos de las experiencias vividas, y es lindo poder compartirlos. Recordemos que nunca es tarde para amar.

Escrito por Bolaños Delia, Ledestre Silvia, Mandri Esther, Peralta Griselda, Quaglia Inés y Visenz Sara.