LITERARTE. Momento de lectura y reflexión
¿Dónde está la trampa en realidad?
En la manera de tratarme, de decirme.
No estoy dejando a la lluvia ser, ni al agua correr, ni al sol calentar, no estoy dejando ser nada. Tergiverso hasta mi propio deseo. Lo atasco. Quiero llorar, no lloro o lloro mal, lo que ya no hay que llorar, ¿qué es lo que ya no se llorará? ¿Quién lo decidirá? El tiempo…claro, el tiempo, al que no dejo ser tampoco…
Tanto afán en que cierre todo: el compás, la escena, las cuentas, la charla, que se cierra la vida, golpeando contra los extremos, lastimándola. Lastimando mi vida con extremos.
Deshidratada, no por llorar de más, sino por falta de lágrimas… necesito que rebalse el vaso, que se limpie… o no… tal vez lo que necesito de una vez es aceptar que sucia y rota también puedo ser.
Ahí está la trampa, no se llega a estar nunca completamente limpio y arreglado, el que lo pretende, debe hacer trampa, se deja atrapar por la propia ilusión de que la perfección llega.
No hay trampas, lo perfecto se escurre entre los dedos, y es el ahora que ya pasó y que está por venir.
Por Melisa Rodríguez.