Desde “Linqueños por los Derechos Humanos” repudiaron el crimen de Susana Beatriz Montoya
RECHAZO. La viuda de un desaparecido en dictadura había sido asesinada en su hogar en Córdoba. Su hijo, militante de HIJOS, ya había recibido amenazas recientes con símbolos nazis.
A través de un comunicado, desde la Agrupación “Linqueños por los Derechos Humanos” repudiaron el asesinato de Susana Beatriz Montoya. Según indicaron, se trata de la “compañera de Ricardo Fermín Albareda, militante del ERP, que permanece desaparecido desde que las fuerzas represivas lo secuestraron en 1979 en Córdoba”.
“Junto al cuerpo de Susana, se encontró un mensaje que nos retrotrae a los crímenes perpetrados por las AAA, en el que aseguran que matarán a sus hijos. Es de señalar que su hijo, Fernando Albareda, ha sido reiteradamente amenazado con mensajes de corte fascista y con proyectiles”, subrayaron.
También añadieron: “Queremos enviar nuestra solidaridad a los familiares de la compañera y reafirmar nuestro compromiso de defensa de los derechos humanos, con los valores de Memoria, Verdad y Justicia, y el rechazo de cualquier tipo de represión”.
EL CRIMEN. La víctima, Susana Beatriz Montoya, era jubilada, tenía 74 años y había sido hallada asesinada en su vivienda, en Córdoba, a golpes y puñaladas. Era madre de un militante de HIJOS y viuda de un policía desaparecido durante la dictadura.
El trágico episodio había ocurrido en el barrio Ampliación Poeta Lugones. La investigación avanza con gran hermetismo, pero, según medios locales, en la escena del crimen los atacantes habían dejado una amenaza escrita en una pared: “Los vamos a matar a todos. Ahora vamos por tus hijos. #Policía”.
Montoya era la madre de Fernando Albareda, hijo del subcomisario Ricardo Fermín Albareda, torturado y desaparecido en la última dictadura cívico-militar. Las primeras pericias indicaban que la víctima había recibido un golpe con un ladrillo o cascote pesado y, luego, un corte.
Albareda se había dirigido al domicilio porque su madre no respondía sus llamadas. Había sido quien la había encontrado en el patio, ya sin vida.
Después de esa situación, había alertado a la policía, que al llegar había descubierto un desorden en la casa. No se ha informado si faltaba algo de valor, pero sí se había descubierto la pintada amenazante. “Sólo atiné a llamar a la policía. Salté la tapia de la casa vecina y vi que estaba muerta, ya morada”, había relatado Fernando.
Hasta el momento, no se ha descartado ningún móvil, y no había signos de que se hubiera sido forzado el ingreso a la vivienda.
El brutal crimen ha generado preocupación por su relación con una víctima de la dictadura y por las amenazas que había recibido su hijo a principios de diciembre, previamente a la asunción del entonces nuevo Gobierno.
LAS AMENAZAS. “Se te terminaron los amigos en la policía”, “Sos hijo de terroristas”, “Te vamos a juntar con tu papito” y “Vas a morir”, decían algunos mensajes escritos en diferentes letras, con fibra negra, sobre hojas blancas, que habían aparecido en la puerta de su casa el 9 de diciembre del 2023.
Junto a estas intimidaciones, había dibujos de esvásticas nazis y seis balas calibre 22 largo. “Yo recibo amenazas todos los meses. Nunca les di bola. Pero ahora parece que han vuelto, que están rompiendo todos los códigos”, había dicho Fernando en aquel momento.
El padre de Fernando, Ricardo Fermín Albareda, era policía y militante del ERP. Había sido secuestrado durante la última dictadura y permanece desaparecido.
Fernando forma parte de la agrupación HIJOS y era empleado de la secretaría de Derechos Humanos de la nación en Córdoba, a cargo del Centro de Integración de Migrantes y Refugiados, que depende también de la Organización Internacional de Migrantes (OIM).
“A las amenazas que solían llegar antes siempre las recibía yo: papelitos en el auto, notas debajo de la puerta, llamadas a mi teléfono. Incluso, a las llamadas las respondía de vez en cuando con puteadas”, había recordado Albareda en una entrevista concedida a “Página 12”.
En ese momento también había contado que había sufrido amedrentamientos durante el juicio oral en el que habían sido condenados el genocida Luciano Benjamín Menéndez y los policías retirados Rodolfo Campos, Armando Cejas y Hugo Britos, todos ex miembros del D2.
DESAPARECIDO. Ricardo Fermín Albareda era subcomisario en la división Comunicaciones de la policía local y militaba en el ERP. El 25 de septiembre de 1979 había sido secuestrado por una patota del D2, epicentro de la represión ilegal en la provincia.
Lo habían llevado al centro clandestino conocido como “Embudo”, que funcionaba a metros del dique San Roque. El titular del D2 era Raúl Telledín, quien operaba junto con Hugo Britos, Américo Romano, Jesús González, y los hermanos Antonio y Hugo Carabante. Allí, Albareda había sido torturado y había sufrido la mutilación de sus genitales. Algunos testimonios indican que habría muerto desangrado. Su paradero aún se desconoce.
Fernando Albareda había encarado la reparación del legajo policial de su padre, amparado en la ley provincial sobre reparación histórica de legajos de empleados públicos. “Es el único caso en el que la policía reconoce un crimen de lesa humanidad”, había resaltado en su momento.