Columnistas

LITERARTE. Momento de lectura y reflexión.

A lo que fue

– ¿Podría esquivar los pozos, señor?

Solo a título informativo, voy a decir que no es fácil la vida del carpintero.

Tener que elegir la madera, lijarla, labrarla, darle forma.

Que llegue la vieja de la esquina y pida que la biblioteca tenga la punta redondeada y que, en la parte de arriba del espejo, se lean las iniciales de su bisabuelo.

Y, esculpiendo, como el mejor artista, lo que logra es que a la vieja no le termine de convencer el rulo del lado derecho porque justo allí, la madera tiene un defecto.

Pero se la lleva igual, porque paga un diez por ciento menos por esto.

Peor, cuando viene la nena del dueño de la florería y le pide un portarretratos con vaquitas de San Antonio pintadas a mano.

Pero lo más duro de todo, bajo mi punto de vista, es trabajar la madera con amor, con mucho amor, logrando moldearla de la manera que más le gusta, haciendo un trabajo que roza la perfección, y así, bella como la ve a su obra de arte, la entrega y contempla como se va, esa que sus pensamientos dibujaron y sus manos labraron.

Lo que nadie sabe y él tampoco, es que la mesa es suya. Yo también sufro al alejarme de esas manos.

Por Melisa Rodríguez.