Columnistas

LITERARTE. Momento de lectura y reflexión

Legado de notas

Tina, después de una noche de improvisación musical con unos amigos, abre su anotador y escribe: “El sol insiste con brillar”. Analiza esta frase, durante días. La deforma. La reformula. La piensa. La odia.

Revisa su anotador: “Llamar al señor Fulano, pasar a las 16 horas por lo de Mengano (Santa Fe 1.455)”.

Su anotador, un compañero. Tina sabe que está mal de la cabeza, pero también sabe que hay gente que la entiende. Sabe que las frases en el anotador no tienen por qué tener sentido, por eso las suyas no lo tienen. Ama eso.

De repente están Virgilio, Horacio, Cicerón, Tito Libio junto a Garcilazo de la Vega, Juan del Encina, Jorge Manrique, y Borges, y Cortázar, y Camús. – De alguna manera deben conectarse-, piensa. Tina lo sabe, está mal de la cabeza, pero también sabe que hay gente que la entiende.

– ¿Dios de fábula o La fábula de dios? Las dos son interesantes-, se contenta, – ¿por qué elegir una?

Lee a los primeros trovadores franceses, año 1100:

“[…] El amor me da júbilo y alegría,

el amor me conserva en su ardor,

el amor me hace arrogante y fuerte”.

– Edad media, y estas cosas no cambian-. Tina lo piensa. Lo repiensa. Lo cree, pero no lo puede creer. -Siglos hablando de este tema, tan antiguo y tan nuevo- (Frase trillada. Tina lo sabe, pero no se le ocurre algo más creativo).

En un margen tiene anotado con tinta verde: “Los de las Cortes del medioevo declaran: El amor fue inventado en Francia en el siglo XIII”.

– ¿Qué? Se ríe. – Está bien, ¿para qué discutir? Ellos ya están muertos. Pasaron a otra vida con una convicción. Dichosos-.

Tina no quiere que, al morir, su legado solo sea su anotador. Pero lo será, es lo único auténtico que conserva. Tina lo sabe, pero camina con gozo por ello.

Por Melisa Rodríguez.