Sociedad

Dignidad: “No pido que me regalen un terreno, yo les puedo pagar con trabajo”

EN LINCOLN. Una familia tiene una orden de desalojo sobre su cabeza. El padre se quedó sin trabajo y, cuando no pudieron seguir pagando el alquiler, usurparon un lote, en medio de un pastizal, en el barrio René Favaloro. “Es ilegal, pero tengo un nene de dos años. Quise brindarle un techo y no me quedó otra”, dijo.

Milagros e Isidro son los papás de Ihán. Él vive en Lincoln desde hace doce años y ha tenido varios trabajos. Pero, en el último que tenía, la empresa en la que trabajaba quebró. Le resta cobrar un par de meses y está, literalmente, desempleado.

En familia, han aguantado el alquiler todo lo que han podido, pero llegó un momento en el que la situación no dio para más. Tenían un auto y lo vendieron. Compraron un horno y una freidora para vender comidas, y también debieron venderlos, al igual que a los últimos insumos que les quedaban.

Desesperados, y sin saber qué hacer, buscaron un sitio en el cual seguir viviendo y encontraron un terreno en el barrio René Favaloro. Era un yuyal al que nadie cuidaba, sin demarcar. Y, por averiguaciones, supieron que no tenía dueño ni adjudicatario. Nada.

Durante el último mes en el que tuvieron dinero para abonar el alquiler, los tres caminaron a lo largo de las más de quince cuadras que los separaban de su casa para limpiar el lote, a fuerza de machete. Y alguna vez, cuando él conseguía alguna changa, podían alquilar una desmalezadora.

Lo que era un auténtico pastizal, lleno de víboras, se fue convirtiendo en un terreno más o menos digno. Cuando tuvieron que dejar la casa que alquilaban, lo ocuparon.

Milagros e Isidro son los papás de Ihán. Los mismos que antes. Pero ahora han tenido que convertirse en “delincuentes” porque no tenían dónde vivir. Su delito, haberse afincado en un terreno que no era de nadie. Su denunciante, la Municipalidad.

Hoy están desesperados, porque les ha llegado la orden de desalojar el lote. Les han dado un plazo de diez días, lapso que se cumplirá el domingo.

A lo poco que han podido armar lo van a perder. Isidro consiguió chapas a través de una changa y logró levantar un rancho (el mejor que pudo). Y, para que su hijo no pase frío, cubrió las chapas con silobolsas. “Pobreza digna”, diría algún desclasado.

La Posta estuvo en el lugar, vio las condiciones en las que viven y habló cara a cara con la familia. Fue Isidro el que contó los detalles. “Solamente una vez vino una asistente social. Nos dijo que teníamos que irnos, y nos ofrecieron que pasáramos una noche en el hotel ‘Castilla’. Y, después, veríamos qué respuesta tendríamos desde el Municipio. Entonces, ¿para qué me voy a ir, si me van a dejar en la calle?”, dijo.

En el mismo sentido señaló: “Fui un par de veces a la Municipalidad y la asistente social me mandó a hablar con otra asistente social, y ella me mandó al Municipio, de nuevo. Y así… Mañana (por hoy) fuimos temprano al Municipio para hablar con alguien de mayor cargo, llegaron las 13:00 horas, se fueron todos, nadie nos dio una respuesta y nos dijeron que nos teníamos que ir porque tenían que cerrar”.

Isidro consideró, además, que el proceso que había culminado en la orden de desalojo no ha sido hecho correctamente. “Los informes que le han presentado al fiscal, para nosotros, son falsos, porque acá vino una sola vez la asistente social. Nosotros fuimos una gran cantidad de veces a pedirles ayudas, antes de hacer esto, y nos dijeron que el informe no estaba pasado. Y así… Después dicen que vinieron a darnos ayuda y que nosotros nos negamos a recibirla. Pero la ayuda que nos dan es por un día o una semana, y después quedamos en la calle. Yo les pedí trabajo y les pedí mercadería, pero tampoco tuve respuestas. Y ahora fui a plantarme ahí y también me sacaron, sin respuestas”, dijo.

En otro pasaje de la conversación con La Posta, Isidro puso en evidencia otra situación. “Este terreno no tiene dueño. Y, si lo tuviese, nunca apareció, nunca lo limpiaron, nunca lo alambraron. Y, si realmente tiene un dueño, les pido que me ayuden con otra solución. Yo no quiero que me lo regalen, pero me lo pueden dar a pagar y yo se los puedo cambiar por trabajo. Sé de mecánica, sé manejar, sé de maquinarias. Pero no me ayudan en nada”, manifestó.

EL BARRIO. Muchos de los habitantes del lugar no están de acuerdo con que haya “usurpadores”. Además, ha habido algunos hechos delictivos y las miradas recaen siempre sobre ellos.

Isidro conoce esta situación, pero asegura que ellos son gente de trabajo y que la opinión, a la larga, seguramente va a cambiar. “A mí, los vecinos no me conocen. Yo usurpé el terreno. Es ilegal, pero no me quedaba otra. Yo me quedé sin trabajo porque la empresa quebró. Tampoco fue que me echaron. Tengo un nene de dos años, le quise brindar un techo y no me quedó otra. Los vecinos no me conocen, pero a la larga van a ver qué clase de persona soy y me van a abrir las puertas”, reflexionó.

Después contó que hoy está haciendo algunos trabajos que le permiten subsistir. “Yo sé de mecánica, y los pocos conocidos que tengo me están brindando una mano. Gracias a Dios, me están trayendo trabajo acá o voy a arreglarles al hogar de ellos, y hago mecánica a domicilio”, reveló.

PASAR EL INVIERNO. Isidro ha levantado su precaria vivienda con chapas que le habían dado como pago de una changa. Les ha puesto nylon para que no entre el frío y ha fabricado una estufa con un lavarropas viejo.

“Yo tengo toda la voluntad del mundo. Voy a buscar leña caminando o, a veces, me alcanza para comprar un poco de leña. Me hice una estufa casera. Algún vecino me ayuda con la luz y otro, con el agua. Pero necesitaría una respuesta, porque fui a la Municipalidad y quedó en la nada, de nuevo. Me dieron un número de teléfono para que llamara yo al hotel ‘Castilla’, pero creo que no es la solución que una familia necesita. Nosotros pedimos un terreno, porque vemos cómo estaba éste cuando vinimos y cómo están otros, abandonados”, finalizó.

El tiempo se esfuma y la incertidumbre crece. Si los sacan de ese lugar, irán a parar a la calle. No parece una solución.